De los casi 6 millones de salvadoreños residentes en nuestro país, una pequeña minoría ejerce sus derechos ciudadanos y la gran mayoría se autoexcluye, dejando que otros decidan por ellos. Esa indiferencia ha permitido que nuestro país padezca de muchos males sociales, como la pobreza, la criminalidad, la corrupción, la desintegración familiar, la desigualdad y el éxodo masivo de salvadoreños al exterior por la falta de oportunidades en nuestro suelo patrio.
PRINCIPIO DE IGUALDAD
Nuestra Constitución en su artículo 3, literalmente dice: “Todas las personas son iguales ante la ley. Para el goce de los derechos civiles no podrán establecerse restricciones que se basen en diferencias de nacionalidad, raza, sexo o religión. No se reconocen empleos ni privilegios hereditarios”.
INDIFERENCIA CIUDADANA
Cuando un ciudadano se autoexcluye del goce de sus derechos constitucionales, se convierte en un extranjero en su propia patria y con su indiferencia le causa gran daño a nuestro país, a su propia familia y a él mismo. La excusa de muchos para negarse a ejercer sus derechos ciudadanos y que con frecuencia escuchamos, es: “yo si no trabajo no como, por eso no me meto en política”; otros dicen: “la política es sucia y por eso no me meto” y los hay también que por motivaciones religiosas dicen no poder participar en política, y argumentan: “la política es del diablo y con el diablo no me meto”, o bien “yo soy un buen cristiano, de mi casa a la iglesia y de mi casa al trabajo, en política no me meto”. Existen también los creyentes conformistas y fatalistas dispuestos a soportar a los peores gobernantes aduciendo que “los pueblos tienen los gobernantes que se merecen y si el gobernante es malo y hace sufrir al pueblo, es porque Dios lo está castigando”.
Todos estos argumentos son falsos y permiten que la minoría que dirige los destinos de la nación lo haga de una manera irresponsable, porque el pueblo no ejerce su soberanía.
DERECHOS CIUDADANOS
Participar de los derechos democráticos corresponde a los ciudadanos, y según el artículo 71 de la Constitución: “Son ciudadanos todos los salvadoreños mayores de dieciocho años”. Y en el artículo 72 Cn., se enumeran los derechos políticos del ciudadano, y tales son:
“1º Ejercer el sufragio;
2º Asociarse para constituir partidos políticos de acuerdo con la ley e ingresar a los ya constituidos;
3º Optar a cargos públicos, cumpliendo con los requisitos que determinan esta Constitución y las leyes secundarias”.
¿QUIÉN ELIGE A LOS GOBERNANTES?
La Biblia misma deja establecido que somos nosotros los que elegimos a los gobernantes, leamos al efecto en el libro de Deuteronomio 17:14 – 15: “Cuando tomes posesión de la tierra que te da el Señor tu Dios, y te establezcas, si alguna vez dices: “Quiero tener sobre mí un rey que me gobierne, así como lo tienen todas las naciones que me rodean”, asegúrate de nombrar como rey a uno de tu mismo pueblo, uno que el Señor tu Dios elija. No aceptes como rey a ningún forastero ni extranjero”.
Es el pueblo el que nombra al gobernante, debiendo tener cuidado de hacer una buena elección, escogiendo por sus cualidades morales, espirituales y su idoneidad para el cargo a un escogido de Dios. Decía Winston Churchill: “los malos nos gobernarán, hasta que los buenos se involucren”.
MASA Y LEVADURA
Jesús aseveró que un poco de levadura leuda toda la masa. La levadura representa a la minoría que conduce a una sociedad, son los líderes y la levadura puede ser de maldad. La masa poblacional es débil y toma la forma que las manos de quien la manipula quiere. La masa es moldeable y manipulable. Por eso, el evangelio nos dice que quienes gobiernan las naciones se convierten en señores, y el pueblo en súbdito. Pero el deseo de Dios es que los cristianos dejemos de ser masa, dejemos de ser súbditos y nos convirtamos en luz, sal y levadura, ya que somos reyes y sacerdotes.
HACIENDO VALLADO
Dios busca entre Su pueblo a quienes defiendan a su nación, que hagan vallado, que sean una muralla de contención para evitar que los malos nos destruyan.
Ezequiel 22:30: “Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé”.
Habrá en El Salvador hombres y mujeres dispuestos a decirle al Señor: “Heme aquí, yo haré vallado, yo defenderé a mi nación de sus destructores”.
ATALAYA
La atalaya es una torre alta, un puesto de vigilancia para la protección y seguridad del pueblo. La Biblia usa el vocablo “atalaya” en sentido figurado para referirse a quienes el pueblo ha elegido en cargos de autoridad. El atalaya debe ser visionario. Al respecto el Profeta Ezequiel anunció al pueblo:
“Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, habla a los hijos de tu pueblo, y diles: Cuando trajere yo espada sobre la tierra, y el pueblo de la tierra tomare un hombre de su territorio y lo pusiere por atalaya, y él viere venir la espada sobre la tierra, y tocare trompeta y avisare al pueblo, cualquiera que oyere el sonido de la trompeta y no se apercibiere, y viniendo la espada lo hiriere, su sangre será sobre su cabeza.
El sonido de la trompeta oyó, y no se apercibió; su sangre será sobre él; mas el que se apercibiere librará su vida. Pero si el atalaya viere venir la espada y no tocare la trompeta, y el pueblo no se apercibiere, y viniendo la espada, hiriere de él a alguno, éste fue tomado por causa de su pecado, pero demandaré su sangre de mano del atalaya.
A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: Impío, de cierto morirás; si tú no hablares para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, pero su sangre yo la demandaré de tu mano. Y si tú avisares al impío de su camino para que se aparte de él, y él no se apartare de su camino, él morirá por su pecado, pero tú libraste tu vida”. Ezequiel 33:1 – 9.
CONCLUSIÓN
Los cristianos no debemos ser indiferentes ante los males que aquejan a nuestra nación. Debemos ser agentes de cambio y ejercer nuestros derechos ciudadanos. Somos los atalayas que Dios puso en El Salvador y si no hablamos al pueblo, Dios nos hará responsables de los males que el pueblo sufra.
PRINCIPIO DE IGUALDAD
Nuestra Constitución en su artículo 3, literalmente dice: “Todas las personas son iguales ante la ley. Para el goce de los derechos civiles no podrán establecerse restricciones que se basen en diferencias de nacionalidad, raza, sexo o religión. No se reconocen empleos ni privilegios hereditarios”.
INDIFERENCIA CIUDADANA
Cuando un ciudadano se autoexcluye del goce de sus derechos constitucionales, se convierte en un extranjero en su propia patria y con su indiferencia le causa gran daño a nuestro país, a su propia familia y a él mismo. La excusa de muchos para negarse a ejercer sus derechos ciudadanos y que con frecuencia escuchamos, es: “yo si no trabajo no como, por eso no me meto en política”; otros dicen: “la política es sucia y por eso no me meto” y los hay también que por motivaciones religiosas dicen no poder participar en política, y argumentan: “la política es del diablo y con el diablo no me meto”, o bien “yo soy un buen cristiano, de mi casa a la iglesia y de mi casa al trabajo, en política no me meto”. Existen también los creyentes conformistas y fatalistas dispuestos a soportar a los peores gobernantes aduciendo que “los pueblos tienen los gobernantes que se merecen y si el gobernante es malo y hace sufrir al pueblo, es porque Dios lo está castigando”.
Todos estos argumentos son falsos y permiten que la minoría que dirige los destinos de la nación lo haga de una manera irresponsable, porque el pueblo no ejerce su soberanía.
DERECHOS CIUDADANOS
Participar de los derechos democráticos corresponde a los ciudadanos, y según el artículo 71 de la Constitución: “Son ciudadanos todos los salvadoreños mayores de dieciocho años”. Y en el artículo 72 Cn., se enumeran los derechos políticos del ciudadano, y tales son:
“1º Ejercer el sufragio;
2º Asociarse para constituir partidos políticos de acuerdo con la ley e ingresar a los ya constituidos;
3º Optar a cargos públicos, cumpliendo con los requisitos que determinan esta Constitución y las leyes secundarias”.
¿QUIÉN ELIGE A LOS GOBERNANTES?
La Biblia misma deja establecido que somos nosotros los que elegimos a los gobernantes, leamos al efecto en el libro de Deuteronomio 17:14 – 15: “Cuando tomes posesión de la tierra que te da el Señor tu Dios, y te establezcas, si alguna vez dices: “Quiero tener sobre mí un rey que me gobierne, así como lo tienen todas las naciones que me rodean”, asegúrate de nombrar como rey a uno de tu mismo pueblo, uno que el Señor tu Dios elija. No aceptes como rey a ningún forastero ni extranjero”.
Es el pueblo el que nombra al gobernante, debiendo tener cuidado de hacer una buena elección, escogiendo por sus cualidades morales, espirituales y su idoneidad para el cargo a un escogido de Dios. Decía Winston Churchill: “los malos nos gobernarán, hasta que los buenos se involucren”.
MASA Y LEVADURA
Jesús aseveró que un poco de levadura leuda toda la masa. La levadura representa a la minoría que conduce a una sociedad, son los líderes y la levadura puede ser de maldad. La masa poblacional es débil y toma la forma que las manos de quien la manipula quiere. La masa es moldeable y manipulable. Por eso, el evangelio nos dice que quienes gobiernan las naciones se convierten en señores, y el pueblo en súbdito. Pero el deseo de Dios es que los cristianos dejemos de ser masa, dejemos de ser súbditos y nos convirtamos en luz, sal y levadura, ya que somos reyes y sacerdotes.
HACIENDO VALLADO
Dios busca entre Su pueblo a quienes defiendan a su nación, que hagan vallado, que sean una muralla de contención para evitar que los malos nos destruyan.
Ezequiel 22:30: “Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé”.
Habrá en El Salvador hombres y mujeres dispuestos a decirle al Señor: “Heme aquí, yo haré vallado, yo defenderé a mi nación de sus destructores”.
ATALAYA
La atalaya es una torre alta, un puesto de vigilancia para la protección y seguridad del pueblo. La Biblia usa el vocablo “atalaya” en sentido figurado para referirse a quienes el pueblo ha elegido en cargos de autoridad. El atalaya debe ser visionario. Al respecto el Profeta Ezequiel anunció al pueblo:
“Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, habla a los hijos de tu pueblo, y diles: Cuando trajere yo espada sobre la tierra, y el pueblo de la tierra tomare un hombre de su territorio y lo pusiere por atalaya, y él viere venir la espada sobre la tierra, y tocare trompeta y avisare al pueblo, cualquiera que oyere el sonido de la trompeta y no se apercibiere, y viniendo la espada lo hiriere, su sangre será sobre su cabeza.
El sonido de la trompeta oyó, y no se apercibió; su sangre será sobre él; mas el que se apercibiere librará su vida. Pero si el atalaya viere venir la espada y no tocare la trompeta, y el pueblo no se apercibiere, y viniendo la espada, hiriere de él a alguno, éste fue tomado por causa de su pecado, pero demandaré su sangre de mano del atalaya.
A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: Impío, de cierto morirás; si tú no hablares para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, pero su sangre yo la demandaré de tu mano. Y si tú avisares al impío de su camino para que se aparte de él, y él no se apartare de su camino, él morirá por su pecado, pero tú libraste tu vida”. Ezequiel 33:1 – 9.
CONCLUSIÓN
Los cristianos no debemos ser indiferentes ante los males que aquejan a nuestra nación. Debemos ser agentes de cambio y ejercer nuestros derechos ciudadanos. Somos los atalayas que Dios puso en El Salvador y si no hablamos al pueblo, Dios nos hará responsables de los males que el pueblo sufra.