Los dos domingos anteriores hemos escuchado el mensaje de nuestro hermano el Pastor William Osmar Chamagua, abordando el tema de la organización, como una necesidad para superar nuestros males sociales. Por tal motivo, consideramos como elemento enriquecedor al tema, el éxodo del pueblo de Israel, el rol de Moisés como líder y el consejo oportuno de su suegro Jetro, ateniéndonos al relato de las Sagradas Escrituras.
Según el texto bíblico Moisés estaba apacentando las ovejas de su suegro Jetro, quien era sacerdote de Madián y se le apareció el Ángel de Jehová en medio de una zarza ardiente y lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. Dijo luego Jehová: he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus opresores, y he descendido para librarlos, y sacarlos de la esclavitud a la tierra prometida. Te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel.
Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo.
Moisés, quien no era de fácil hablar, pidió a Dios alguien que hablara por él, y Dios le encomendó a su hermano Aarón y partieron a Egipto a enfrentarse con la dureza de Faraón, quien al no entender con argumentos, soportó las famosas diez plagas, siendo la última, la muerte de los primogénitos incluyendo al primogénito del Faraón, quien abatido por las plagas y apesadumbrado por la muerte de su hijo, permitió que los esclavos israelitas abandonaran Egipto bajo el liderazgo de Moisés.
El éxodo se inició según algunos historiadores, en el año 1447 a. C. Los israelitas partieron de Egipto, siendo unos seiscientos mil hombres, sin contar las mujeres y los niños, calculando algunos que el número total era de tres millones de personas. Imagínense las dificultades de Moisés para dirigir a tan numeroso pueblo, sin contar con medios masivos de comunicación.
Tres meses después, los israelitas llegaron al Monte Sinaí, donde Dios les anunció un código moral resumido, conocido como el Decálogo o los Diez Mandamientos
Conducir a esa gran multitud requería de tres cosas:
1. Visión
2. Liderazgo y
3. Organización.
Moisés dijo a Dios que no podía soportar a todo ese pueblo, que era una carga muy pesada para una sola persona. Como respuesta Dios instruyó a Moisés que reuniera a setenta hombres ancianos y les transmitiera el Espíritu de la visión (conducir el éxodo hasta la tierra prometida).
Números 11:16 Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: Reúneme a setenta hombres de los ancianos de Israel, a quienes tú conozcas como los ancianos del pueblo y a sus oficiales, y tráelos a la tienda de reunión y que permanezcan allí contigo (AUTORIDAD). 17 Entonces descenderé y hablaré contigo allí, y tomaré del Espíritu (UNCIÓN) que está sobre ti y lo pondré sobre ellos,) (PARTICIPARAN DE LA VISIÓN) y llevarán contigo la carga del pueblo para que no la lleves tú solo (RESPONSABILIDAD) 11:24 Salió Moisés y dijo al pueblo las palabras del SEÑOR. Reunió después a setenta hombres de los ancianos del pueblo y los colocó alrededor de la tienda. (ROLES). 25 Entonces el SEÑOR descendió en la nube y le habló; y tomó del Espíritu que estaba sobre él y lo colocó sobre los setenta ancianos. Y sucedió que cuando el Espíritu reposó sobre ellos, profetizaron; (MANIFESTARON SUS DONES.)
Entonces vemos que Dios como pueblo Suyo que somos, nos desafía a organizarnos, nos delega autoridad y responsabilidad; escoge líderes, nos da Su unción y nos hace partícipes de la visión. Como sociedades o naciones tenemos mucho que hacer para superar nuestras condiciones de vida, pero individualmente no lograremos nada. El éxito está en el esfuerzo conjunto y este esfuerzo requiere de organización y liderazgo.
Todo aquel que aspira marcar una diferencia positiva en el ámbito de los negocios, la política, el deporte, etc., necesitará primero ser investido de autoridad. Los atributos de esta investidura no son decorativos, sino emblemáticos. Si el líder no sabe cómo hacer que su visión se concrete es solamente un soñador. "Liderazgo es la capacidad de transformar la visión en realidad."
Para hacer realidad una visión, el líder necesita que su gente le crea y la credibilidad de cualquier plan está muy relacionada con la credibilidad del líder.
Si las cosas no están bien, deben cambiar. Pero el cambio para unos es una esperanza y para otros una amenaza. Una esperanza para quienes se beneficiarán con el cambio y una amenaza para quienes temen que el cambio les afecte sus intereses.
Moisés fue llamado como líder de un cambio. Librar al pueblo de Israel de la esclavitud, este cambio era beneficioso para los israelitas, pero afectaba los intereses de los esclavistas egipcios quienes se opusieron duramente al cambio. Moisés era de 80 años, debía convencer a Faraón de liberar a su pueblo, que representaba una mano de obra barata y capacitada, vital para el sostenimiento de la inmensa riqueza y majestuosidad del imperio egipcio.
Sin embargo Moisés, no estaba preocupado por su credibilidad ante Faraón, sino en su posición frente al pueblo de Israel. Es posible que Moisés haya pensado: si los israelitas ganadores de esta historia no creen en mí, como convenceré a los egipcios perdedores. A causa de esta preocupación Dios le reveló los elementos que harían que la gente reconociera su autoridad.
Los líderes indecisos no pueden esperar que su gente los apoye todo el tiempo, deben saber reaccionar con responsabilidad y equilibrio ante la realidad.
El camino hacia el desarrollo, tiene algunos tramos cuesta arriba y otros hacia abajo. Quien acepta la autoridad no debe atarse al pasado si quiere de verdad construir un futuro. No se trata de olvidar por completo las experiencias anteriores, sino mantener el equilibrio estable para avanzar hacia el futuro.
Nadie es llamado a una posición de autoridad para que luego se lamente de la falta de apoyo.
Un líder debe ser justo y hacer justicia ante los ojos del pueblo. La justicia es lo que mantiene la paz y la unidad en cualquier grupo, equipo o nación.
Se espera que el líder tenga la capacidad de medir con justicia, sin arbitrariedades y aplicando normas parejas para todos, sin privilegios de ningún tipo. Todo se debe medir con la misma vara, con aquella que representa la justicia. Que un líder pierda su imparcialidad, es vergonzoso.
Los líderes deben defender su gente, pues para eso han recibido el poder. Las empresas y los deportistas tienen competidores. ¿No los tendrán también las naciones?
El líder es un facilitador, no puede detenerse ante la dificultad que implica mover obstáculos que se interponen a sus metas. Moisés usó su vara para hacer milagros y la gente espera milagros de sus líderes.
JETRO ACONSEJA A MOISÉS (Éxodo 18:13-23)
En tiempos de los patriarcas, la justicia en la familia era impartida por el jefe del gens, o sea, la familia patriarcal. Durante su esclavitud los israelitas no tenían sistema judicial propio. Por eso resistieron que Moisés actuara como juez en Éxodo 2:14. Las tribus de Israel tenían jefes, y éstos parecen haber tenido también funciones judiciales.
Moisés se sentó, como el juez, mientras los litigantes esperaban durante todo el día (vs. 13). Jetro se asombró de que todo el pueblo fuera atendido en sus problemas por una sola persona (vs. 14). Ante el asombro de su suegro, Moisés dijo: “el pueblo viene a mí para consultar a Dios” (vs. 15). Es decir, a buscar la decisión final de Dios en la disputa por su asunto. En un pleito legal, o necesidad de dirección, “yo declaro las ordenanzas de Dios y sus leyes”. Moisés estaba atribulado, era in centralista resolviéndolo todo, administrando justicia en asuntos sencillos o complicados.
Jetro observó a su yerno Moisés, advirtió en él sus cualidades de líder, y su debilidad como organizador. Jetro era un gran organizador y aconsejó a su yerno, que para tener éxito la organización era necesaria.
La idea de Jetro era entrenar a otros, enseñarles las ordenanzas y leyes, y las directrices sobre cómo impartir justicia, para que Moisés no lo hiciera todo. Le recomendó escoger “varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia”.
El plan organizativo de Jetro era sencillo utilizando el múltiplo 10. Así habría:
• Jefes de diez,
• jefes de cincuenta,
• jefes de centenas,
• jefes de millares,
• y Moisés sería el jefe máximo.
Si el número de hombres era de 600,000, habría 600 jefes de millares, 6,000 jefes de centenas, 12,000 jefes de cincuentenas y 60,000 jefes de decenas.
Los jefes de grupo se encargarían de lo simple y fácil, y dejarían a Moisés lo difícil y complejo.
El pueblo salvadoreño ha vivido en un éxodo constante, se estima que 3.4 millones de salvadoreños residen en el exterior, en una migración que data de muchas décadas. Salvadoreños migraron a Panamá para construir el canal, migraron a Honduras para plantar las bananeras y a los Estados Unidos huyendo de la guerra, la pobreza y la falta de oportunidades.
Pero nuestra migración debe parar, nuestro suelo debe ser la tierra que fluya leche y miel para todos los salvadoreños, los que nos quedamos aquí y los que retornarán del exterior. Nuestra visión debe ser clara, El Salvador es nuestra patria y desde aquí podemos salir de la pobreza y superar los demás problemas sociales que enfrentamos.
Sigamos el ejemplo de Moisés, salgamos como pueblo de los males que nos atan y esclavizan. También tomemos en cuenta el consejo de Jetro que sin organización no hay éxito social y sobre las cualidades morales de los líderes. Si tenemos esto, Dios estará con nosotros, guiará nuestro camino, nos proveerá de líderes visionarios y con cualidades morales, nos dará autoridad, derramará sobre nosotros Su unción y permitirá que ésta patria chiquita nuestra se convierta en la tierra de provisión, de la cual fluirá leche y miel, donde viviremos en justicia, paz y gozo.
Según el texto bíblico Moisés estaba apacentando las ovejas de su suegro Jetro, quien era sacerdote de Madián y se le apareció el Ángel de Jehová en medio de una zarza ardiente y lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. Dijo luego Jehová: he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus opresores, y he descendido para librarlos, y sacarlos de la esclavitud a la tierra prometida. Te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel.
Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo.
Moisés, quien no era de fácil hablar, pidió a Dios alguien que hablara por él, y Dios le encomendó a su hermano Aarón y partieron a Egipto a enfrentarse con la dureza de Faraón, quien al no entender con argumentos, soportó las famosas diez plagas, siendo la última, la muerte de los primogénitos incluyendo al primogénito del Faraón, quien abatido por las plagas y apesadumbrado por la muerte de su hijo, permitió que los esclavos israelitas abandonaran Egipto bajo el liderazgo de Moisés.
El éxodo se inició según algunos historiadores, en el año 1447 a. C. Los israelitas partieron de Egipto, siendo unos seiscientos mil hombres, sin contar las mujeres y los niños, calculando algunos que el número total era de tres millones de personas. Imagínense las dificultades de Moisés para dirigir a tan numeroso pueblo, sin contar con medios masivos de comunicación.
Tres meses después, los israelitas llegaron al Monte Sinaí, donde Dios les anunció un código moral resumido, conocido como el Decálogo o los Diez Mandamientos
Conducir a esa gran multitud requería de tres cosas:
1. Visión
2. Liderazgo y
3. Organización.
Moisés dijo a Dios que no podía soportar a todo ese pueblo, que era una carga muy pesada para una sola persona. Como respuesta Dios instruyó a Moisés que reuniera a setenta hombres ancianos y les transmitiera el Espíritu de la visión (conducir el éxodo hasta la tierra prometida).
Números 11:16 Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: Reúneme a setenta hombres de los ancianos de Israel, a quienes tú conozcas como los ancianos del pueblo y a sus oficiales, y tráelos a la tienda de reunión y que permanezcan allí contigo (AUTORIDAD). 17 Entonces descenderé y hablaré contigo allí, y tomaré del Espíritu (UNCIÓN) que está sobre ti y lo pondré sobre ellos,) (PARTICIPARAN DE LA VISIÓN) y llevarán contigo la carga del pueblo para que no la lleves tú solo (RESPONSABILIDAD) 11:24 Salió Moisés y dijo al pueblo las palabras del SEÑOR. Reunió después a setenta hombres de los ancianos del pueblo y los colocó alrededor de la tienda. (ROLES). 25 Entonces el SEÑOR descendió en la nube y le habló; y tomó del Espíritu que estaba sobre él y lo colocó sobre los setenta ancianos. Y sucedió que cuando el Espíritu reposó sobre ellos, profetizaron; (MANIFESTARON SUS DONES.)
Entonces vemos que Dios como pueblo Suyo que somos, nos desafía a organizarnos, nos delega autoridad y responsabilidad; escoge líderes, nos da Su unción y nos hace partícipes de la visión. Como sociedades o naciones tenemos mucho que hacer para superar nuestras condiciones de vida, pero individualmente no lograremos nada. El éxito está en el esfuerzo conjunto y este esfuerzo requiere de organización y liderazgo.
Todo aquel que aspira marcar una diferencia positiva en el ámbito de los negocios, la política, el deporte, etc., necesitará primero ser investido de autoridad. Los atributos de esta investidura no son decorativos, sino emblemáticos. Si el líder no sabe cómo hacer que su visión se concrete es solamente un soñador. "Liderazgo es la capacidad de transformar la visión en realidad."
Para hacer realidad una visión, el líder necesita que su gente le crea y la credibilidad de cualquier plan está muy relacionada con la credibilidad del líder.
Si las cosas no están bien, deben cambiar. Pero el cambio para unos es una esperanza y para otros una amenaza. Una esperanza para quienes se beneficiarán con el cambio y una amenaza para quienes temen que el cambio les afecte sus intereses.
Moisés fue llamado como líder de un cambio. Librar al pueblo de Israel de la esclavitud, este cambio era beneficioso para los israelitas, pero afectaba los intereses de los esclavistas egipcios quienes se opusieron duramente al cambio. Moisés era de 80 años, debía convencer a Faraón de liberar a su pueblo, que representaba una mano de obra barata y capacitada, vital para el sostenimiento de la inmensa riqueza y majestuosidad del imperio egipcio.
Sin embargo Moisés, no estaba preocupado por su credibilidad ante Faraón, sino en su posición frente al pueblo de Israel. Es posible que Moisés haya pensado: si los israelitas ganadores de esta historia no creen en mí, como convenceré a los egipcios perdedores. A causa de esta preocupación Dios le reveló los elementos que harían que la gente reconociera su autoridad.
Los líderes indecisos no pueden esperar que su gente los apoye todo el tiempo, deben saber reaccionar con responsabilidad y equilibrio ante la realidad.
El camino hacia el desarrollo, tiene algunos tramos cuesta arriba y otros hacia abajo. Quien acepta la autoridad no debe atarse al pasado si quiere de verdad construir un futuro. No se trata de olvidar por completo las experiencias anteriores, sino mantener el equilibrio estable para avanzar hacia el futuro.
Nadie es llamado a una posición de autoridad para que luego se lamente de la falta de apoyo.
Un líder debe ser justo y hacer justicia ante los ojos del pueblo. La justicia es lo que mantiene la paz y la unidad en cualquier grupo, equipo o nación.
Se espera que el líder tenga la capacidad de medir con justicia, sin arbitrariedades y aplicando normas parejas para todos, sin privilegios de ningún tipo. Todo se debe medir con la misma vara, con aquella que representa la justicia. Que un líder pierda su imparcialidad, es vergonzoso.
Los líderes deben defender su gente, pues para eso han recibido el poder. Las empresas y los deportistas tienen competidores. ¿No los tendrán también las naciones?
El líder es un facilitador, no puede detenerse ante la dificultad que implica mover obstáculos que se interponen a sus metas. Moisés usó su vara para hacer milagros y la gente espera milagros de sus líderes.
JETRO ACONSEJA A MOISÉS (Éxodo 18:13-23)
En tiempos de los patriarcas, la justicia en la familia era impartida por el jefe del gens, o sea, la familia patriarcal. Durante su esclavitud los israelitas no tenían sistema judicial propio. Por eso resistieron que Moisés actuara como juez en Éxodo 2:14. Las tribus de Israel tenían jefes, y éstos parecen haber tenido también funciones judiciales.
Moisés se sentó, como el juez, mientras los litigantes esperaban durante todo el día (vs. 13). Jetro se asombró de que todo el pueblo fuera atendido en sus problemas por una sola persona (vs. 14). Ante el asombro de su suegro, Moisés dijo: “el pueblo viene a mí para consultar a Dios” (vs. 15). Es decir, a buscar la decisión final de Dios en la disputa por su asunto. En un pleito legal, o necesidad de dirección, “yo declaro las ordenanzas de Dios y sus leyes”. Moisés estaba atribulado, era in centralista resolviéndolo todo, administrando justicia en asuntos sencillos o complicados.
Jetro observó a su yerno Moisés, advirtió en él sus cualidades de líder, y su debilidad como organizador. Jetro era un gran organizador y aconsejó a su yerno, que para tener éxito la organización era necesaria.
La idea de Jetro era entrenar a otros, enseñarles las ordenanzas y leyes, y las directrices sobre cómo impartir justicia, para que Moisés no lo hiciera todo. Le recomendó escoger “varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia”.
El plan organizativo de Jetro era sencillo utilizando el múltiplo 10. Así habría:
• Jefes de diez,
• jefes de cincuenta,
• jefes de centenas,
• jefes de millares,
• y Moisés sería el jefe máximo.
Si el número de hombres era de 600,000, habría 600 jefes de millares, 6,000 jefes de centenas, 12,000 jefes de cincuentenas y 60,000 jefes de decenas.
Los jefes de grupo se encargarían de lo simple y fácil, y dejarían a Moisés lo difícil y complejo.
El pueblo salvadoreño ha vivido en un éxodo constante, se estima que 3.4 millones de salvadoreños residen en el exterior, en una migración que data de muchas décadas. Salvadoreños migraron a Panamá para construir el canal, migraron a Honduras para plantar las bananeras y a los Estados Unidos huyendo de la guerra, la pobreza y la falta de oportunidades.
Pero nuestra migración debe parar, nuestro suelo debe ser la tierra que fluya leche y miel para todos los salvadoreños, los que nos quedamos aquí y los que retornarán del exterior. Nuestra visión debe ser clara, El Salvador es nuestra patria y desde aquí podemos salir de la pobreza y superar los demás problemas sociales que enfrentamos.
Sigamos el ejemplo de Moisés, salgamos como pueblo de los males que nos atan y esclavizan. También tomemos en cuenta el consejo de Jetro que sin organización no hay éxito social y sobre las cualidades morales de los líderes. Si tenemos esto, Dios estará con nosotros, guiará nuestro camino, nos proveerá de líderes visionarios y con cualidades morales, nos dará autoridad, derramará sobre nosotros Su unción y permitirá que ésta patria chiquita nuestra se convierta en la tierra de provisión, de la cual fluirá leche y miel, donde viviremos en justicia, paz y gozo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario