lunes, 12 de octubre de 2009

LA GUERRA DE LAS 100 HORAS

El pasado 14 de julio se cumplieron 40 años de la guerra fratricida entre El Salvador y Honduras. Digo fratricida, porque salvadoreños y hondureños somos los que guardamos mayor identidad del área centroamericana. La frontera más amplia la tenemos con Honduras y la etnia nativa hondureña es la lenca, que también es la etnia nativa del norte y oriente de El Salvador. Muchas familias salvadoreñas, descienden de personajes hondureños que emigraron a nuestro país huyendo de persecuciones políticas; y muchos hondureños descienden de los salvadoreños que emigraron a Honduras desde la época en que las bananeras norteamericanas iniciaron sus plantaciones.

En el norte y oriente de nuestro país, familias salvadoreñas tienen apellidos comunes en Honduras, como Turcios, Matute, Zepeda, etc.

Toda guerra tiene causas aparentes y causas reales, pero siempre la motivación real responde a intereses de grupos económicos, que manipulan la política y no les importa llevar al pueblo al sacrificio de la guerra.

Como causas aparentes de la guerra se manejan: el partido de fútbol entre las selecciones nacionales de ambos países, por eso se le conoce como la “Guerra del Fútbol” y los problemas limítrofes. Pero veamos a continuación como sucedieron los hechos.

Desde 1966, El Salvador mantuvo una denuncia ante la OEA por la violación masiva a los derechos humanos de los salvadoreños residentes en Honduras, imputables a grupos paramilitares hondureños identificados como “La Mancha Brava” quienes con violencia expulsaban del territorio hondureño a los salvadoreños, habiendo muertos, heridos y mutilados en lo que se catalogó como un genocidio.

“La Mancha Brava” actuó con el aval del gobernante hondureño General López Arellano, quien justificó la expulsión de los salvadoreños para expropiarlos de sus tierras, legalmente adquiridas, para distribuirlas entre campesinos hondureños como parte de la reforma agraria que había prometido.

En 1969, después del referido partido de fútbol hubo disturbios, que el 27 de junio produjeron la ruptura de relaciones diplomáticas entre los dos países. El 4 de julio dos aviones hondureños atacaron en territorio salvadoreño, en el sitio fronterizo El Poy, a un convoy militar salvadoreño; luego sucedieron otros incidentes limítrofes y después se desató la guerra.

El secretario general de la Confederación de Trabajadores de Honduras - gubernamental-, Luis Alonso Morel, identifica la causa del conflicto diciendo: "Todo podría haber sido provocado por los intereses norteamericanos": los intereses norteamericanos en Honduras, en lo económico estaban representados, principalmente, por dos importantes compañías: la United Fruits y la Standard Fruits, las que dominaban la producción de bananas y éstas representaban el 60% del valor total de las exportaciones hondureñas.

En El Salvador, la exportación era de café (75%), caña de azúcar y algodón: la mitad de estos productos iban a los Estados Unidos. Honduras, El Salvador, Costa Rica, Guatemala y Nicaragua trataban de formar la Unión Centroamericana, esta unión contaba con la oposición norteamericana. La iniciativa de un Mercado Común Centroamericano, que luego se integraría en un Mercado Común Latinoamericano, naufragaría rápidamente con esta guerra.

Al respecto el sindicalista hondureño Morel dice: "La construcción de este Mercado Común inquietaba a los círculos financieros norteamericanos, perfectamente conscientes del hecho de que le sería más difícil maniobrar a las cinco repúblicas de América Central desde el momento en que estuvieren integradas en un bloque económico homogéneo y que podría convertirse en un bloque político".

Las razones expuestas por Morel, respecto a la guerra del 69, son válidas también en el momento actual; ya que existe en Latinoamérica una corriente unionista identificada con los ideales de Bolívar que son coincidentes con el ideal morazánico. La Honduras del Presidente Zelaya conectada al Movimiento Bolivariano (ALBA: ALternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe), sufre de una dictadura golpista, piense usted cuáles son las causas del golpe y quienes están involucrados.

Pero volviendo al tema de la “Guerra de las 100 Horas”, en esa época en El Salvador se vivía el militarismo implementado 37 años atrás por el general Martínez y gobernaba el general Fidel Sánchez Hernández. En Honduras, gobernaba el general golpista Osvaldo López Arellano, quien prometió una reforma agraria que jamás se produjo. Para las clases dirigentes hondureñas fácilmente permeables a las acciones directas y clandestinas de las compañías fruteras de Estados Unidos, cualquier pretexto era válido, cualquier guerra podía ser útil…

En nuestro país, como efecto de la Ley de Extinción de Ejidos y Propiedades Comunales decretada en El Salvador a fines del siglo XIX, se despojó a los nativos de los bienes comunales y ejidos, naciendo así el latifundio. Los latifundistas controlaban la mayor parte de la tierra cultivable en El Salvador. Esto llevó a la emigración constante de campesinos pobres a regiones de Honduras cercanas a la frontera con El Salvador.

En 1969, Honduras decidió realizar una reforma agraria, para lo cual expropiaron y expulsaron a los salvadoreños que habían vivido ahí durante varias generaciones y se habían hecho de propiedades a base de esfuerzo propio. Esto generó una persecución de salvadoreños en Honduras y un "éxodo" masivo a El Salvador. Estos hechos fueron aprovechados por los gobiernos de ambos países para desviar la atención de sus poblaciones hacia fuera y no reparar en los conflictos políticos internos de cada país. Los medios de comunicación hondureños, con engaños, alentaron el odio a los salvadoreños.

No es raro que en este momento el golpista Micheletti, con el control mediático que posee, trate de convencer al pueblo hondureño que están siendo agredidos desde Nicaragua, Guatemala o El Salvador, incluso desde Venezuela. Como parte de esta estrategia, en próximos días en salas cinematográficas hondureñas se estará presentando una película sobre la guerra honduro-salvadoreña, con el malsano propósito de abrir viejas heridas y separar a estos dos pueblos hermanos, pero esto no será posible, ya que hoy más que nunca ambos pueblos estamos unidos, como el General Francisco Morazán lo hubiera querido.

Volviendo al tema, el 14 de julio de 1969, el ejército salvadoreño lanzó un ataque contra Honduras y consiguió acercarse a la capital hondureña Tegucigalpa. La Organización de Estados Americanos negoció un alto el fuego que entró en vigor el 20 de julio. Las tropas salvadoreñas se retiraron a principios de agosto.

Al final de la guerra, los ejércitos de ambos países encontraron un pretexto para rearmarse y el Mercado Común Centroamericano quedó en ruinas. Bajo las reglas de dicho mercado, la economía salvadoreña (que era la más industrializada en Centroamérica), estaba ganando mucho terreno en relación a la economía hondureña. Otra causa real y económica del conflicto.

Las dos naciones firmaron el Tratado General de Paz en Lima, Perú el 30 de octubre de 1980 por el cual la disputa fronteriza se resolvería en la Corte Internacional de Justicia.

CONSECUENCIAS DE LA GUERRA

• La muerte de centenares de civiles y militares hondureños y salvadoreños.

• El distanciamiento de dos pueblos hermanos.

• El fin del Mercado Común Centroamericano (MERCOMUN).

• El fortalecimiento del papel político de los militares en ambos países. En El Salvador, en las elecciones legislativas de post-guerra, la mayoría de candidatos del gobernante y militarista Partido de Conciliación Nacional (PCN), salidos del Ejército, hicieron una enorme apología de su papel heroico en el conflicto, y por consiguiente, resultaron victoriosos en las elecciones de diputados y alcaldes de la época.

• El agravamiento de la situación social en El Salvador, producto de las deportaciones masivas desde Honduras, ya que el gobierno salvadoreño tuvo que procurarles su reinserción económica, la que no se logró satisfacer adecuadamente. Esto aumentó la presión social que derivó en la guerra civil salvadoreña que duró 12 años (1980 – 1992).

Como vemos, no fueron ni el fútbol, ni los límites fronterizos los que causaron la guerra que duró 100 horas. Fueron intereses económicos de ambos países e intereses de empresas norteamericanas respaldadas por su gobierno, las que propiciaron el conflicto armado. Los pueblos, tanto hondureño como salvadoreño, fueron engañados, manipulados y sacrificados.

Somos pueblos hermanos y debemos estar conscientes que nuestros dirigentes políticos para desviar la atención de problemas internos, se inventan conflictos con países vecinos. Pero ahora ya no debemos caer en esa trampa, debemos luchar por el ideal morazánico de una Centro América unida.

Recordar la guerra no debe ser motivo para despertar odios ni resentimientos, es una oportunidad para identificar las causas reales del conflicto, quitarnos las vendas del engaño de nuestros ojos para que esa historia no se vuelva a repetir. Centro América es nuestra patria grande.

De nuevo Honduras sufre la dictadura golpista de Micheletti y como es tradición, los dirigentes golpistas tratarán de desviar la atención de los hondureños de su problema interno creando conflictos con los países vecinos, pero no debemos caer en esa trampa, como dice la Biblia “el avisado ve el mal y se aparta”.

Debemos orar por El Salvador, para que fuerzas políticas retrógradas no intenten imitar el golpismo hondureño y nos hagan retroceder al pasado. Debemos estar conscientes que las condiciones actuales en El Salvador son diferentes a las hondureñas, y que por lo reciente de nuestra guerra civil, un golpe de estado en El Salvador sería cruento. Aún así, políticos de derecha salvadoreños niegan que en Honduras haya habido un golpe de estado, y en uno de los principales rotativos, un reconocido economista escribió a pocos días del golpe, que “El Salvador debía seguir el ejemplo de Honduras”

Los cristianos, hondureños y salvadoreños, debemos estar ceñidos de nuestros lomos, en comunión con Dios y con nuestros hermanos, preparados para hacer vallado y ponernos en la brecha delante de Dios en defensa de nuestra patria.

Ezequiel 22:30: “Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé”

Los cristianos debemos sentir el desafío honroso de ser llamados hijos de Dios, siendo pacificadores de nuestros pueblos.

Mateo 5:9: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”

Los cristianos como herederos del Reino de Dios debemos luchar por la justicia, aunque ello represente padecimiento y persecución.

Mateo 5:10: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”

Finalmente, mantengámonos firmes en la fe porque en Cristo somos más que vencedores.

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