Según el diccionario de la Real Academia Española el optimismo consiste en ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable.
Optimismo proviene del latín optimum (“lo mejor”). El francés Voltaire fue el encargado de popularizar la palabra, al incluirla como subtítulo de su cuento “Cándido” en 1759.
El optimismo es lo opuesto al pesimismo (del latín pessimum, que significa (“Lo peor”), que sostiene que vivimos en el peor de los mundos posibles.
El optimismo es la tendencia a esperar que el futuro sea favorable; ayuda a enfrentar las dificultades con buen ánimo y perseverancia. Una persona optimista logra rescatar lo positivo de cada circunstancia o personas.
Por lo general, las personas optimistas tienen mejor humor, son más perseverantes y gozan de un mejor estado de salud que las pesimistas. Por eso, los optimistas tienden a salir fortalecidos de las situaciones traumáticas y estresantes.
Puede decirse que el optimismo contribuye a alcanzar el éxito, ya que supone una actitud permanente de volver a comenzar ante las dificultades y de analizar las situaciones para comprender mejor su naturaleza y tomar lo positivo. El cristiano por fe debe ser optimista.
Hebreos 11:1: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”
El optimista es exitoso, saludable y feliz. El pesimista todo lo contrario. Veamos a continuación ejemplos de la forma en que éstos reaccionan:
• El optimista dice: "déjame hacerlo a mí." El pesimista dice: "eso no es mi trabajo."
• El optimista dice: "puede ser muy difícil pero es posible." El pesimista dice: "puede ser posible, pero es muy difícil."
• Optimista es el que nos mira a los ojos, pesimista es el que nos mira a los pies.
• El optimista es una parte de la respuesta. El pesimista es siempre una parte del problema.
• El optimista tiene siempre un proyecto. El pesimista siempre tiene una excusa.
• El optimista ve siempre la luz en la oscuridad. El pesimista siempre ve oscuridad en medio de la luz.
• El pesimismo siempre conduce a la debilidad; el optimismo al poder.
¿SE PUEDE APRENDER EL OPTIMISMO?
Si pesimismo es juzgar las cosas en sus aspectos más desfavorables y esperar siempre lo peor, optimismo es juzgarlas desde su aspecto favorable y esperar lo mejor en el futuro.
Depende en gran parte de componentes que heredamos, pero eso no significa que no se pueda aprender. Martin Seligman, fundador de la Psicología Positiva, nos decía que todo el mundo es capaz de aprender optimismo y mejorar con ello sus vidas.
Es posible que las malas experiencias nos hayan llevado a ser pesimistas, entonces es necesario tomar conciencia que somos pesimistas y luchar para superarlo. Los pensamientos pesimistas y derrotistas nos anclan y el optimismo nos da velas para poder navegar. Es importante aumentar nuestra autoestima y fijarnos en nuestros esfuerzos más que en nuestros logros.
El cristiano al nacer de nuevo recibe el Espíritu Santo que es espíritu de poder y de dominio propio, es una nueva criatura y también recibe el don de la fe. Por tanto, ser cristiano significa ser optimista, es tener ojos espirituales y ver lo precioso en medio de lo vil.
El optimismo nos ayuda a ser perseverantes, el optimista es entusiasta y positivo pero con los pies en la tierra. “El optimista tiene siempre un proyecto, el pesimista una excusa”.
EL OPTIMISMO NACIONAL
Las naciones al igual que las personas naturales pueden ser optimistas o pesimistas. Los Estados Unidos se califica como un país de un optimismo crónico, mientras que El Salvador es de tradición pesimista, así suele ser calificado por la encuestadora Gallup.
Estados Unidos cuenta en su optimismo crónico una fortaleza, que le permite salir airoso de grandes depresiones, a diferencia de los países latinoamericanos no se caracteriza por la queja. Su optimismo está bastante fundamentado en sus creencias religiosas.
Obama genera optimismo entre la gente a pesar de la crisis económica. Crisis que afectó a los norteamericanos durante la gestión de George W. Bush generando pesimismo. Los norteamericanos vieron en Obama un político nuevo, capaz de generar esperanza.
GALLUP
Los humanos somos optimistas por naturaleza. Tanto así, que el 89% de los habitantes de 140 países del planeta están seguros de que los próximos cinco años serán tan buenos o mejores que el actual.
Así lo muestra un estudio desarrollado por investigadores de la Universidad de Kansas y Gallup, y que comprende a personas de 140 países, equivalentes al 95% de la población mundial (en total, más de 150 mil personas encuestadas).
Con toda la información recopilada, los investigadores elaboraron el Mapa Mundial del Optimismo, en el que Irlanda, Brasil, Dinamarca y Nueva Zelandia aparecen como los países con mayor índice de confianza en el futuro; mientras que Zimbabwe, Egipto, Haití y Bulgaria son el polo opuesto.
Al analizar estos datos del 2,009, los especialistas explican que hay una serie de aspectos que influyen en que una nación vea el vaso medio lleno o medio vacío. "En las sociedades tradicionales, las personas suelen ser pesimistas y desconfiadas; en las modernas, tienden a ser más optimistas y confiables".
Otro aspecto relacionado con esta característica, agrega, es que en las mediciones América Latina suele mostrar mucho optimismo, el que en gran medida se explica por la "movilización educativa" que han vivido las últimas generaciones.
Hay dos clases de optimismo: la del pobre para salir de la pobreza, que es muy alta entre nosotros, porque rara vez el pobre cree que él o sus hijos permanecerán en ese estado; y el del éxito económico, más moderado porque pocos piensan que podrán hacerse ricos o que alcanzarán la fortuna en algún sentido relevante.
A nivel mundial el país más feliz del mundo es Dinamarca y el más amargado es Togo en una clasificación de 134 países.
EL OPTIMISMO SOBRE EL 2001 EN AMÉRICA LATINA
Gallup realiza anualmente un sondeo a nivel mundial entre los meses de noviembre y diciembre, en el cual -entre otras cuestiones- se indaga acerca de las expectativas de la gente respecto a las perspectivas del año que se inicia.
En este caso, el sondeo fue realizado en 68 países entre noviembre y diciembre de 2000 y fueron consultadas 78.149 personas.
De estos países, 11 fueron latinoamericanos y el análisis de los resultados obtenidos en ellos permite una aproximación sobre el grado de optimismo o pesimismo con el cual se percibe desde esta región el 2001.
Mientras México fue calificado como el más optimista de América latina, El Salvador es el más pesimista, ocupando el lugar 67 sobre 68 y siendo así el penúltimo. La reciente dolarización no ha logrado generar ningún optimismo en la población y seguramente el terremoto que asoló el país a comienzos del año 2,001 habrá aumentado el pesimismo del pueblo salvadoreño.
¿OPTIMISTA O PESIMISTA?
El pesimista es contaminante, transmite su actitud negativa y su pasividad. Tiene ojos para ver nuestras debilidades ocultas y logra que éstas afloren:
• Miedo al futuro.
• Pereza.
• Ostracismo: quedarnos quietos, cerrados en nuestra cáscara.
• Resistencia al cambio.
• Rutinario. Tiene rituales precisos para despertarse, para la comida, para el fin de semana.
Frecuentemente el pesimista es también avaro. ¿Por qué debe ser generoso, si todo el mundo está lleno de gente ávida, de corruptos, de aprovechados? No pocas veces es, en fin, envidioso. Si se lo hace hablar, se puede observar que elogia lo que ha hecho en el pasado. Y agrega que hubiera podido hacer muchas más cosas si no hubiera sido obstaculizado, si no hubiese tanta corrupción, si no hubieran sido favorecidos aquellos que no se lo merecen.
Pasemos ahora al optimista. Comparado con el pesimista, parece ingenuo. Confía en los hombres, corre el riesgo. Si se observa más atentamente, sin embargo, uno se da cuenta de que en realidad, ve las maldades y las debilidades de los otros. Pero no se deja detener por estos obstáculos. Cuenta con el hecho de que en cada ser humano hay algunas cualidades positivas y trata de despertarlas.
El pesimista está recluido en sí mismo y no escucha a los demás, los percibe como entidades amenazantes. El optimista, en cambio, presta atención a las personas. Las deja hablar, les dedica tiempo, las observa. De esta manera logra identificar, en cada uno, algún aspecto positivo, esa cualidad que puede exaltar, hacer fructificar. Así consigue arrastrar a los hombres, unirlos, guiarlos hacia un objetivo. Todos los grandes organizadores, todos los grandes emprendedores, todos los grandes políticos deben tener esta capacidad.
El optimista también consigue superar mejor las dificultades. Porque está más abierto a soluciones nuevas y puede transformar rápidamente una desventaja en una ventaja. El pesimista ve la dificultad antes, pero se deja hipnotizar, paralizar por ella. Mientras que, a menudo, basta sólo un poco de imaginación para revertir la situación.
El que seamos optimistas o pesimistas, determina significativamente nuestra actitud ante la vida. Una persona es optimista o pesimista en función de tres factores:
1. El modo en que INTERPRETA su pasado.
2ª Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”
2. El modo en que VIVE su presente.
Filipenses 4:13: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”
3. El modo en que IMAGINA su futuro.
3ª Juan 1:2: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.”
Jeremías 33:3: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.”
Mateo 7:7 – 8: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.”
La clave que marca toda la diferencia es el modo de: a) INTERPRETAR, b) de VIVIR y c) de IMAGINAR.
¿Qué es el optimismo? Es la sana creencia de pensar que las cosas que han sucedido en nuestro pasado -independientemente de que hayan sido buenas, malas o regulares-, han sido positivas para nosotros. La persona optimista INTERPRETA su pasado de manera positiva a pesar de haber experimentado dificultades. Entiende esas dificultades como oportunidades de crecer y hacerse más fuerte.
Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”
La persona optimista VIVE el presente enfocándose en todo lo positivo que hay en su vida. Decide conscientemente fijar su atención en lo que está bien.
Mateo 6:34: “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.”
Y sobre todo, la persona optimista IMAGINA un futuro positivo. Piensa que las cosas van a salir bien. Se levanta cada día creando una expectativa positiva, anticipando en su imaginación un desenlace positivo para las cosas que emprenderá.
Lamentaciones 3:22 – 23: “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.”
¿Conoces a algún pesimista que sea feliz? La respuesta está clara. La auténtica felicidad solo aparece cuando enfrentamos la vida desde una actitud de pleno optimismo, con Cristo en nuestro corazón.
MÁS QUE VENCEDORES
Romanos 8:28 – 37
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”
Optimismo proviene del latín optimum (“lo mejor”). El francés Voltaire fue el encargado de popularizar la palabra, al incluirla como subtítulo de su cuento “Cándido” en 1759.
El optimismo es lo opuesto al pesimismo (del latín pessimum, que significa (“Lo peor”), que sostiene que vivimos en el peor de los mundos posibles.
El optimismo es la tendencia a esperar que el futuro sea favorable; ayuda a enfrentar las dificultades con buen ánimo y perseverancia. Una persona optimista logra rescatar lo positivo de cada circunstancia o personas.
Por lo general, las personas optimistas tienen mejor humor, son más perseverantes y gozan de un mejor estado de salud que las pesimistas. Por eso, los optimistas tienden a salir fortalecidos de las situaciones traumáticas y estresantes.
Puede decirse que el optimismo contribuye a alcanzar el éxito, ya que supone una actitud permanente de volver a comenzar ante las dificultades y de analizar las situaciones para comprender mejor su naturaleza y tomar lo positivo. El cristiano por fe debe ser optimista.
Hebreos 11:1: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”
El optimista es exitoso, saludable y feliz. El pesimista todo lo contrario. Veamos a continuación ejemplos de la forma en que éstos reaccionan:
• El optimista dice: "déjame hacerlo a mí." El pesimista dice: "eso no es mi trabajo."
• El optimista dice: "puede ser muy difícil pero es posible." El pesimista dice: "puede ser posible, pero es muy difícil."
• Optimista es el que nos mira a los ojos, pesimista es el que nos mira a los pies.
• El optimista es una parte de la respuesta. El pesimista es siempre una parte del problema.
• El optimista tiene siempre un proyecto. El pesimista siempre tiene una excusa.
• El optimista ve siempre la luz en la oscuridad. El pesimista siempre ve oscuridad en medio de la luz.
• El pesimismo siempre conduce a la debilidad; el optimismo al poder.
¿SE PUEDE APRENDER EL OPTIMISMO?
Si pesimismo es juzgar las cosas en sus aspectos más desfavorables y esperar siempre lo peor, optimismo es juzgarlas desde su aspecto favorable y esperar lo mejor en el futuro.
Depende en gran parte de componentes que heredamos, pero eso no significa que no se pueda aprender. Martin Seligman, fundador de la Psicología Positiva, nos decía que todo el mundo es capaz de aprender optimismo y mejorar con ello sus vidas.
Es posible que las malas experiencias nos hayan llevado a ser pesimistas, entonces es necesario tomar conciencia que somos pesimistas y luchar para superarlo. Los pensamientos pesimistas y derrotistas nos anclan y el optimismo nos da velas para poder navegar. Es importante aumentar nuestra autoestima y fijarnos en nuestros esfuerzos más que en nuestros logros.
El cristiano al nacer de nuevo recibe el Espíritu Santo que es espíritu de poder y de dominio propio, es una nueva criatura y también recibe el don de la fe. Por tanto, ser cristiano significa ser optimista, es tener ojos espirituales y ver lo precioso en medio de lo vil.
El optimismo nos ayuda a ser perseverantes, el optimista es entusiasta y positivo pero con los pies en la tierra. “El optimista tiene siempre un proyecto, el pesimista una excusa”.
EL OPTIMISMO NACIONAL
Las naciones al igual que las personas naturales pueden ser optimistas o pesimistas. Los Estados Unidos se califica como un país de un optimismo crónico, mientras que El Salvador es de tradición pesimista, así suele ser calificado por la encuestadora Gallup.
Estados Unidos cuenta en su optimismo crónico una fortaleza, que le permite salir airoso de grandes depresiones, a diferencia de los países latinoamericanos no se caracteriza por la queja. Su optimismo está bastante fundamentado en sus creencias religiosas.
Obama genera optimismo entre la gente a pesar de la crisis económica. Crisis que afectó a los norteamericanos durante la gestión de George W. Bush generando pesimismo. Los norteamericanos vieron en Obama un político nuevo, capaz de generar esperanza.
GALLUP
Los humanos somos optimistas por naturaleza. Tanto así, que el 89% de los habitantes de 140 países del planeta están seguros de que los próximos cinco años serán tan buenos o mejores que el actual.
Así lo muestra un estudio desarrollado por investigadores de la Universidad de Kansas y Gallup, y que comprende a personas de 140 países, equivalentes al 95% de la población mundial (en total, más de 150 mil personas encuestadas).
Con toda la información recopilada, los investigadores elaboraron el Mapa Mundial del Optimismo, en el que Irlanda, Brasil, Dinamarca y Nueva Zelandia aparecen como los países con mayor índice de confianza en el futuro; mientras que Zimbabwe, Egipto, Haití y Bulgaria son el polo opuesto.
Al analizar estos datos del 2,009, los especialistas explican que hay una serie de aspectos que influyen en que una nación vea el vaso medio lleno o medio vacío. "En las sociedades tradicionales, las personas suelen ser pesimistas y desconfiadas; en las modernas, tienden a ser más optimistas y confiables".
Otro aspecto relacionado con esta característica, agrega, es que en las mediciones América Latina suele mostrar mucho optimismo, el que en gran medida se explica por la "movilización educativa" que han vivido las últimas generaciones.
Hay dos clases de optimismo: la del pobre para salir de la pobreza, que es muy alta entre nosotros, porque rara vez el pobre cree que él o sus hijos permanecerán en ese estado; y el del éxito económico, más moderado porque pocos piensan que podrán hacerse ricos o que alcanzarán la fortuna en algún sentido relevante.
A nivel mundial el país más feliz del mundo es Dinamarca y el más amargado es Togo en una clasificación de 134 países.
EL OPTIMISMO SOBRE EL 2001 EN AMÉRICA LATINA
Gallup realiza anualmente un sondeo a nivel mundial entre los meses de noviembre y diciembre, en el cual -entre otras cuestiones- se indaga acerca de las expectativas de la gente respecto a las perspectivas del año que se inicia.
En este caso, el sondeo fue realizado en 68 países entre noviembre y diciembre de 2000 y fueron consultadas 78.149 personas.
De estos países, 11 fueron latinoamericanos y el análisis de los resultados obtenidos en ellos permite una aproximación sobre el grado de optimismo o pesimismo con el cual se percibe desde esta región el 2001.
Mientras México fue calificado como el más optimista de América latina, El Salvador es el más pesimista, ocupando el lugar 67 sobre 68 y siendo así el penúltimo. La reciente dolarización no ha logrado generar ningún optimismo en la población y seguramente el terremoto que asoló el país a comienzos del año 2,001 habrá aumentado el pesimismo del pueblo salvadoreño.
¿OPTIMISTA O PESIMISTA?
El pesimista es contaminante, transmite su actitud negativa y su pasividad. Tiene ojos para ver nuestras debilidades ocultas y logra que éstas afloren:
• Miedo al futuro.
• Pereza.
• Ostracismo: quedarnos quietos, cerrados en nuestra cáscara.
• Resistencia al cambio.
• Rutinario. Tiene rituales precisos para despertarse, para la comida, para el fin de semana.
Frecuentemente el pesimista es también avaro. ¿Por qué debe ser generoso, si todo el mundo está lleno de gente ávida, de corruptos, de aprovechados? No pocas veces es, en fin, envidioso. Si se lo hace hablar, se puede observar que elogia lo que ha hecho en el pasado. Y agrega que hubiera podido hacer muchas más cosas si no hubiera sido obstaculizado, si no hubiese tanta corrupción, si no hubieran sido favorecidos aquellos que no se lo merecen.
Pasemos ahora al optimista. Comparado con el pesimista, parece ingenuo. Confía en los hombres, corre el riesgo. Si se observa más atentamente, sin embargo, uno se da cuenta de que en realidad, ve las maldades y las debilidades de los otros. Pero no se deja detener por estos obstáculos. Cuenta con el hecho de que en cada ser humano hay algunas cualidades positivas y trata de despertarlas.
El pesimista está recluido en sí mismo y no escucha a los demás, los percibe como entidades amenazantes. El optimista, en cambio, presta atención a las personas. Las deja hablar, les dedica tiempo, las observa. De esta manera logra identificar, en cada uno, algún aspecto positivo, esa cualidad que puede exaltar, hacer fructificar. Así consigue arrastrar a los hombres, unirlos, guiarlos hacia un objetivo. Todos los grandes organizadores, todos los grandes emprendedores, todos los grandes políticos deben tener esta capacidad.
El optimista también consigue superar mejor las dificultades. Porque está más abierto a soluciones nuevas y puede transformar rápidamente una desventaja en una ventaja. El pesimista ve la dificultad antes, pero se deja hipnotizar, paralizar por ella. Mientras que, a menudo, basta sólo un poco de imaginación para revertir la situación.
El que seamos optimistas o pesimistas, determina significativamente nuestra actitud ante la vida. Una persona es optimista o pesimista en función de tres factores:
1. El modo en que INTERPRETA su pasado.
2ª Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”
2. El modo en que VIVE su presente.
Filipenses 4:13: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”
3. El modo en que IMAGINA su futuro.
3ª Juan 1:2: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.”
Jeremías 33:3: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.”
Mateo 7:7 – 8: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.”
La clave que marca toda la diferencia es el modo de: a) INTERPRETAR, b) de VIVIR y c) de IMAGINAR.
¿Qué es el optimismo? Es la sana creencia de pensar que las cosas que han sucedido en nuestro pasado -independientemente de que hayan sido buenas, malas o regulares-, han sido positivas para nosotros. La persona optimista INTERPRETA su pasado de manera positiva a pesar de haber experimentado dificultades. Entiende esas dificultades como oportunidades de crecer y hacerse más fuerte.
Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”
La persona optimista VIVE el presente enfocándose en todo lo positivo que hay en su vida. Decide conscientemente fijar su atención en lo que está bien.
Mateo 6:34: “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.”
Y sobre todo, la persona optimista IMAGINA un futuro positivo. Piensa que las cosas van a salir bien. Se levanta cada día creando una expectativa positiva, anticipando en su imaginación un desenlace positivo para las cosas que emprenderá.
Lamentaciones 3:22 – 23: “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.”
¿Conoces a algún pesimista que sea feliz? La respuesta está clara. La auténtica felicidad solo aparece cuando enfrentamos la vida desde una actitud de pleno optimismo, con Cristo en nuestro corazón.
MÁS QUE VENCEDORES
Romanos 8:28 – 37
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”
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